27 febrero 2014

PRÓXIMOS A RECOMENZAR

Tantas ganas de escribir y a veces, con tan poco tiempo...
Tantas luces para un camino no siempre fácil, este de ser padres, ser adultos, ser responsables...
Ni sé cómo empezar hoy.  Sólo advierto la inquietud.
Por ahí, leyendo que aprontándose marzo, es una buena época para poner sobre la mesa temas de educación... de educación de las emociones, de educación de nuestra forma más civilizada de intentar  -desde nuestro espacio más personal- alcanzar espacios comunes con armonía, con respeto.
Pienso en niñ@s con déficit atencional, pienso en niñ@s poco comunes, pienso en niñ@s especiales, atípicos.  Pienso en cómo al conocerlos, la sorpresa puede significar un alejamiento, o que a muchos les puede costar ser naturales y desear comprender, e incluso despertando el deseo de cambiarlos... por su bien...
A veces tratamos de proteger a nuestros hijos obligándolos a ser algo que no son.  Olvidándonos que todas las almas están para ser lo mejor posibles.
Como padres nos planteamos el desafío de querer hacer de nuestros hijos mejores personas y me parece que los tiempos que corren viven en la confusión de creer que se será mejor por la cantidad de cosas que tienes. Pero creo que hay algo en lo que no nos confundimos, al menos desde el discurso: queremos que nuestros hijos sean felices.
Ser feliz, sentirse orgulloso de sí mismo, de estar en el mundo, de ser quién se es, de vivir la aceptación y el cariño de los demás.
Qué mas quisiera yo que así fuera siempre, sin embargo, es justamente esa aceptación y el cariño de los demás lo que no se puede garantizar. Nada más cierta esa frase de que "no somos monedita de oro".
¡Pero en la esfera de ser padres la aceptación y el cariño deben ser incondicionales! No estoy hablando de un camino pasivo, no estoy hablando de pasar por alto las equivocaciones de nuestros hijos, estoy hablando de que en un marco de respeto, debemos hablarles, explicarles, tomar aire cuando nos sintamos desafiados, molestos.  Mostrarles los caminos a través del cariño.  No creo que haya otro modo. Es el modo de hacerlos mejores personas, de ayudarlos a respetarse para que respeten a los demás, a sentirse bien consigo mismos e irradiar eso en su relación con el mundo.
No somos perfectos ¡Pero vamos! No nos rindamos, estamos próximos a recomenzar un año escolar, tratemos de ser lo mejor que podemos ser.