30 septiembre 2015

A PROPÓSITO DE DISCIPLINA Y OBEDIENCIA

Las mil y una cosas que nos ocurren en medio del ser padres. Del ser. Para un sentido u otro.
Hace días girando la neurona entre la formación de disciplina positiva, los ires y venires del trabajo de apoyo a padres en educación y en mi propia tarea.
Esa obsesión, una ordenanza necesaria, dentro de ciertos límites. Que obedezcan.
Desde ese minuto el principito me rondaba...
Reclamamos obediencia, y agradecemos la rebeldía. Bueno, al menos yo, hasta cierto punto la agradezco.
Pero el llamado a la obediencia parece partir primero por un llamado a nosotros mismos. Y es ahí donde el principito me resulta tan particular, en una conversación llena de sentido con el rey.  Un rey que quería gobernar y mandar por sobre todas las cosas, pero que sobretodo reconocía la necesidad de fundamentar sus peticiones, en aquello que de verdad le podía ser dado.


y yo agregaría, que también en el respeto.  Porque no hay disciplina cuando lo que tenemos es obediencia ciega. En la obediencia ciega hay temor.  Hay temor a equivocarse, a no merecer amor. En la disciplina positiva, basada en el respeto mutuo, hay permiso para ser quién se es, porque se respeta tu esencia, porque confío en que lo harás de acuerdo a esa esencia, lo mejor posible, lo mejor que a tí se te puede dar.  Yo estaré ahí para animar, para alentar, para aplaudir, para sacudir el polvo de las rodillas.
Sí. Estas últimas palabras son de la madre que también me habita.