Hay acontecimientos a los que no me quiero restar... y esta vez tiene relación con el acontecer natural de nuestras vidas, independiente a qué nos dediquemos...
Tal vez se le pueda dar un nombre genérico de responsabilidad o simplemente se trata de ser “grave”, no lo sé... sólo sé que ser psicólogo hoy, no deja de causar cierta suspicacia en muchas personas que recelan de este profesional, o que definitivamente nos rechazan... (en este mintuo no vale la pena ahondar en razones).
Ser psicólogo no significa sabérselas todas. No significa ser mago. Ser psicólogo tampoco significa que estás inmune a presentar una patología de salud mental. Ser psicólogo apenas significa que tienes un título profesional como cualquier otro... y como en cualquier otra profesión puedes equivocarte en un área que -se supone-, dominas muy bien.
Pero hay algo más... esta profesión cuenta con un vaivén especial. Hay alguien extraño, que te confía parte de su vida... habitualmente una parte dolorosa... y tu profesionalismo y tu “ser humano” se entremezclan con esta otra vida, en un encuentro que puede desatar aspectos personales que te son ciegos.
Es sabido que un ciego no puede guiar a otro ciego, y es aquí donde radica la importancia de ser responsable con lo que uno hace, y donde la cabida del autocuidado es aún más inminente para un profesional psicólogo... así como también recordar dónde nos aprieta el zapato y nos encontramos con un límite personal que es necesario reconocer para bienestar de esos extraños que se confían en nosotros.
Tal vez se le pueda dar un nombre genérico de responsabilidad o simplemente se trata de ser “grave”, no lo sé... sólo sé que ser psicólogo hoy, no deja de causar cierta suspicacia en muchas personas que recelan de este profesional, o que definitivamente nos rechazan... (en este mintuo no vale la pena ahondar en razones).
Ser psicólogo no significa sabérselas todas. No significa ser mago. Ser psicólogo tampoco significa que estás inmune a presentar una patología de salud mental. Ser psicólogo apenas significa que tienes un título profesional como cualquier otro... y como en cualquier otra profesión puedes equivocarte en un área que -se supone-, dominas muy bien.
Pero hay algo más... esta profesión cuenta con un vaivén especial. Hay alguien extraño, que te confía parte de su vida... habitualmente una parte dolorosa... y tu profesionalismo y tu “ser humano” se entremezclan con esta otra vida, en un encuentro que puede desatar aspectos personales que te son ciegos.
Es sabido que un ciego no puede guiar a otro ciego, y es aquí donde radica la importancia de ser responsable con lo que uno hace, y donde la cabida del autocuidado es aún más inminente para un profesional psicólogo... así como también recordar dónde nos aprieta el zapato y nos encontramos con un límite personal que es necesario reconocer para bienestar de esos extraños que se confían en nosotros.