Que me quiera así.
Es curioso. En mi quehacer hay un supuesto implícito: la necesidad de un cambio. Cualquier persona que acude al psicólogo es porque necesita cambiar. Lo curioso no es esto, sino precisamente lo contrario, el hecho de que yo, como psicóloga y psicoterapeuta, de algún modo me opongo a esto y me alisto a quitar las vendas, para que las personas se vean y acepten tal como son.
Claro. Hay cambios que han sido puestos como vendas desde mucho antes de llegar a la consulta del psicólogo, y es justamente aquí donde me detengo en frases como “es lo que hay” y “quien me quiera que me quiera así”:
Si alguien externo se plantea frente a mí diciendo “es lo que hay”, me está aceptando tal como soy, y no me obligará a cambiar.
Si -en mi caso- argumento “quien me quiera, que me quiera así”, me estoy aceptando y no pretenderé ser alguien distinto a como soy, ni acudiré a disfrazarme para agradar a otros.
No aceptarme y no aceptar a otros son dos caras de la misma moneda, y es la premisa de donde provienen gran parte de las neurosis...
Ponernos ropa que no nos queda, vendarnos para cubrir esos aspectos que a otros aparentemente no les gustan, sólo nos van haciendo más estereotipados, menos espontáneos, y habitualmente más infelices...
He aquí la paradoja psicoterapéutica: ser quienes somos, ni más ni menos.
Claro. Hay cambios que han sido puestos como vendas desde mucho antes de llegar a la consulta del psicólogo, y es justamente aquí donde me detengo en frases como “es lo que hay” y “quien me quiera que me quiera así”:
Si alguien externo se plantea frente a mí diciendo “es lo que hay”, me está aceptando tal como soy, y no me obligará a cambiar.
Si -en mi caso- argumento “quien me quiera, que me quiera así”, me estoy aceptando y no pretenderé ser alguien distinto a como soy, ni acudiré a disfrazarme para agradar a otros.
No aceptarme y no aceptar a otros son dos caras de la misma moneda, y es la premisa de donde provienen gran parte de las neurosis...
Ponernos ropa que no nos queda, vendarnos para cubrir esos aspectos que a otros aparentemente no les gustan, sólo nos van haciendo más estereotipados, menos espontáneos, y habitualmente más infelices...
He aquí la paradoja psicoterapéutica: ser quienes somos, ni más ni menos.