¿De quién nos enamoramos, cuando nos enamoramos?
Es divertido pensarlo así, porque casi siempre estamos enamorados de nosotros mismos.
Queremos encontrar a alguien que se nos asemeje, que piense parecido, con quien tengamos “cosas en común”.
Y entonces eso qué es?¿No es acaso estar enamorado de uno mismo? Quiero un clon de quien yo soy... y ¡Eureka! No hay alguien que sea igual a nosotros. La horma del zapato NUNCA es perfecta.
¿Cuál es el problema entonces?
Yo soy alegre, espontánea, risueña. Mi pareja es discreta, más bien seria, desconfiada. ¡Oh! Digo yo, ¡qué admirable! Y me salen los corazoncitos y maripositas por la guata. ¡He encontrado mi media naranja!
Y el tiempo pasa... y lo que me gustaba tanto, me parece un poco musscho... y empiezo a sentir cierta incomodidad, cierto recelo. ¿Será esta LA persona? Pero entonces por qué ya no siento las maripositas... tal vez sólo era una confusión.

Las peleas son más frecuentes... me pregunto si vale la pena seguir... y ahí estoy, entrampada.
Claro, yo soy la otra media naranja...
¿¿¿¿Pero por qué no ser una naranja entera???? Cada uno tomando parte del otro, completándose.
La relación de pareja puede ser lejos, la mejor de las terapias. El otro nos muestra nuestros puntos ciegos. Lo que primero admiramos, y luego nos aleja, no es más que aquellos aspectos que no nos permitimos experimentar en nosotros. Porque es malo, porque es feo, porque es ser pesado, por lo que sea que en nuestros condicionamientos sociales hayamos internalizado.

Miren qué notable esta anotación que copié de algún libro: Enamorarse es amar las coincidencias, y amar es enamorarse de las diferencias.

En fin: Tal vez un cuento hable mejor que yo... lo buscaré mientras le dan otra vuelta a este posteo.